El Alzheimer y otras formas de demencia representan un reto creciente para la salud pública a nivel mundial. Aunque aún no existe una cura definitiva, cada vez hay más evidencia científica que demuestra que el entrenamiento físico regular puede tener un efecto positivo en la prevención, ralentización e incluso en algunos aspectos de la mejora de estos trastornos neurodegenerativos.
¿Cómo ayuda el ejercicio físico al cerebro?
El entrenamiento físico tiene múltiples beneficios para el cerebro:
1. Aumenta el flujo sanguíneo cerebral: Mejora el transporte de oxígeno y nutrientes esenciales para las neuronas.
2. Estimula la neurogénesis: El ejercicio aeróbico favorece la producción de nuevas neuronas, especialmente en el hipocampo, una región clave en la memoria.
3. Reduce la inflamación y el estrés oxidativo: Ambos están implicados en el daño neuronal progresivo que ocurre en el Alzheimer.
4. Mejora la salud cardiovascular: Y con ello, también se protege la salud cerebral.
Evidencia científica actualizada (hasta 2024)
Estudios recientes, como los publicados en revistas como Nature Neuroscience y The Lancet Neurology, muestran que:
El entrenamiento aeróbico moderado (caminar, nadar, bicicleta, etc.) durante al menos 150 minutos por semana puede ralentizar el deterioro cognitivo en personas con demencia leve.
Hay mejoras claras en funciones ejecutivas, memoria y estado de ánimo, incluso en personas con Alzheimer leve o moderado.
El entrenamiento de fuerza combinado con aeróbico parece tener un mayor impacto en la calidad de vida y autonomía de los pacientes.
¿Puede revertir la enfermedad?
La respuesta corta es: no puede revertir completamente el Alzheimer, pero sí puede ralentizar su progresión y mejorar síntomas específicos. En personas con deterioro cognitivo leve (DCL), que a menudo es una etapa previa a la demencia, el ejercicio puede incluso estabilizar el estado mental durante meses o años.
Hay ensayos en curso sobre cómo combinar ejercicio con intervenciones nutricionales, cognitivas y medicamentos, y los resultados preliminares son prometedores.
Recomendaciones prácticas
Frecuencia: Al menos 3-5 veces por semana.
Duración: Entre 30 y 60 minutos por sesión.
Tipo de actividad: Combinación de ejercicios aeróbicos, fuerza, equilibrio y coordinación.
Supervisión: Especialmente importante en adultos mayores, para evitar lesiones y adaptar los ejercicios a su capacidad.
Conclusión
El entrenamiento físico no es solo una herramienta de prevención, sino también una estrategia terapéutica complementaria para mejorar la calidad de vida de personas con Alzheimer y otras demencias. Aunque no existe cura todavía, el ejercicio es una de las formas más eficaces y accesibles de luchar contra el deterioro cognitivo, y la ciencia lo respalda cada vez con más fuerza.
Testimonio de la familia:
Mi agradecimiento total a Julio.
Desde que mi padre ha empezado a entrenar con él, ha notado una gran mejoría. El es un señor de 77 años y con pronóstico de demencia senil. El deporte le está ayudando muchísimo. Anda mejor, coordina mejor, se expresa mejor. Julio motiva una y otra vez.
Todo mi agradecimiento a esta persona q nos está dando un atisbo de esperanza.